Por mucho que se empeñe todo el mundo en culpar al expresidente hasta de la muerte del toro que mató a Manolete, desde el punto de vista histórico -aunque aún sea muy pronto- hay que hacer justicia con José Luis Rodríguez Zapatero.
Su trayectoria política corresponde a la de un presidente que llegó al poder con humildad, pero con ideas muy firmes; con una imborrable sonrisa en el rostro, pero con unas convicciones muy sólidas; en definitiva, con talante… Hablamos de un gran socialdemócrata convencido que gobernó tomando decisiones con valentía, decisiones que otros presidentes jamás se hubieran atrevido a tomar; siempre fiel a su ideología, fidelidad amargamente traicionada cuando las aguas de la economía se desbordaron, se salieron de su cauce y se le llevaron por delante.
A la hora de valorar su gestión hay que tener en cuenta algo sumamente importante: nunca contó con una mayoría absoluta parlamentaria. Esto es que siempre tuvo que negociar, siempre tuvo que buscar los apoyos de otros grupos parlamentarios para la salida de los proyectos emanados de su gabinete.
Cuando esas crisis económica, inmobiliaria y financiera se fueron haciendo cada vez más y más acuciantes, es verdad que Zapatero no supo reaccionar a tiempo; o no pudo, y me explico: Llega un momento en el que el único objetivo de la oposición es “echar” a Zapatero como sea, y en ese “como sea” cabe el desprestigio, el descrédito y la falta de ayuda. Con este frente, el expresidente toma decisiones, tan duras como necesarias, que le cuestan una huelga general, y por supuesto, la desaprobación de la oposición. A partir de aquí empieza un continuo acoso hacia su persona hasta llegar al derribo.
Efectivamente Zapatero tuvo que haber gestionado mejor la crisis económica que se nos vino encima, pero también es verdad que estuvo solo, no sé si bien o mal aconsejado, o si él se dejaba aconsejar, que también cabe esa posibilidad, pero, en cualquier caso, solo. En los últimos meses de su mandato ¡cómo me recordó a Adolfo Suárez! Tan educado, tan elegante, tan correcto…, tan destruido.
La Historia se encargó de poner en su lugar a Adolfo Suárez. También lo hará con José Luis Rodríguez Zapatero.